miércoles, 22 de junio de 2011

CLAVES PARA SUPERAR EL MIEDO QUE PARALIZA


Conozco una historia que quizás a muchos de vosotros os resulte familiar. Carmen es una mujer inteligente, capaz y perfectamente dotada para afrontar los desafíos del día a día en su vida. Sin embargo, cuenta con un enemigo interno devastador que interfiere en cada uno de sus actos: el miedo paralizante.

Carmen tiene pareja, pero le persigue constantemente un miedo intenso a que la abandonen, a que la dejen por alguien "mejor". Carmen tiene salud, pero muy a menudo piensa en la posibilidad de perderla o tener un accidente y esto la perturba. Carmen tiene trabajo, pero constantemente piensa que finalmente hará algo para estropearlo…

A Carmen, además, le encantaría hacer un montón de cosas: apuntarse a un curso de pintura, dar clases de baile, volver a la universidad, cambiar de trabajo… Sin embargo, tiene tanto miedo a los cambios que jamás se atreve a empezar nada  nuevo porque sus niveles de ansiedad ante lo desconocido se disparan.

Pues bien, os cuento lo que pasó. Un día Carmen abrió los ojos y tenía unos 70 años. Su marido estaba a punto de morirse. La había amado intensamente durante toda su vida, pero Carmen había estado tan atrapada en la trampa del miedo al abandono  que nunca había podido disfrutar de su amor. Además, a Carmen le dolía la espalda, las piernas le pesaban, pero tenía tantas ganas de ver mundo… ¿Por qué no había viajado antes? ¿Por qué seguía exactamente en el mismo lugar y hacía exactamente lo mismo que hace 40 años? Finalmente Carmen, en un arrebato de “locura”, decidió apuntarse a pintura y darse el primer gusto de su vida a los 70 años.

Si queréis cambiamos la historia un poquito y comprobamos lo que sucede. Un día Carmen abrió los ojos y tenía unos 30 años. Su novio la había abandonado y estaba a punto de perder su trabajo. Gran parte de sus temores se habían hecho realidad… ¡Ella tenía razón! “¿Ves?”, se decía, “esto ya lo sabía yo”… Y, de repente, al acabar esa frase, se dio cuenta de lo absurdo de su reafirmación:" y, ¿de qué me ha servido estar pensando constantemente que esto me iba a pasar?, ¿acaso he podido evitarlo?”. Finalmente, Carmen se dio cuenta que, además de no poder evitar con sus pensamientos “preventivos” que ninguna de estas cosas desagradables le sucediera, se había perdido tres años de una bonita relación de pareja, con momentos buenos y momentos malos de esos que enseñan buenas lecciones. Además, nunca había disfrutado de su trabajo, pero tenía tanto miedo a los cambios, que ni siquiera se había planteado la posibilidad de explorar otras vías. En ese mismo instante, el miedo paralizante de Carmen perdió toda su fuerza. Si el temor a que la abandonaran no había podido evitar que esto sucediera, ¿para qué recrearse en ello? Si perdía el trabajo, ¿no podía ser esto una buena oportunidad para empezar una nueva etapa haciendo cosas diferentes? Inevitablemente, Carmen tomó las riendas de su vida y, a pesar de las dificultades y los desasosiegos que le vendrían, nunca jamás volvió a usar el miedo como excusa paralizante.

Hemos visto los dos extremos de una misma historia: cuando todo va “bien” y no hay contratiempos aparentes, y cuando todo va “mal” y nuestro mundo se desmorona en un segundo. Tanto en un extremo como en otro el miedo paralizante nunca solucionará las cosas. Sólo la fuerza interior y el pensamiento positivo ante cada cosa que nos suceda nos podrán ayudar a vivir y a sortear cada obstáculo que se nos presente. Así que, la próxima vez que sientas que el miedo te hace una visita e intenta instalarse en tu mente, recuerda esta máxima: simplemente hay que  vivir, fluir... porque, en todo caso, mañana habrá un nuevo amanecer.