viernes, 13 de mayo de 2011

Ocho días...


Ya hemos cruzado la barrera de la primera semana. Sensaciones diferentes. Empiezo a acostumbrarme a los sonidos del puerto, al vaivén del barco y a esa tranquilidad impasible de las noches. También comienzo a obviar las incomodidaes, ya las he hecho formar parte de mi día a día. Siento como si llevara aquí toda la vida y, sin embargo...
He entrado en la ciudad varias veces y, dependiendo del momento, me parece extraña. Hay veces en que el jolgorio,y la gente riendo y charlando escandalosamente en una terraza, me resultan increiblemente atractivos... Hay otras en que sencillamente no soporto el ruido de la gran ciudad, ese ruido que hasta hace una semana ni siquiera era capaz de percibir.
En mi entorno comienza a emerger la voz de la conciencia disfrazada de padre y conocidos: aterriza en el mundo real. No sé si es por el hecho de estar viviendo en un barco o por el entusiasmo con el  que hablo, que no encaja con ninguna de las convencioes que "firmé" en el pasado con ese entorno. "¿Va en serio?". Creo que esa es la pregunta que empiezan a hacerse algunas personas que me conocen mínimamente.
Y sí, creo que va en serio, sobre todo porque el hecho, la decisión de vivir en el Valparaíso, va unida a otra decisión: la de cambiar el rumbo de mi vida, la de crecer y la de aprender a ser feliz.

lunes, 9 de mayo de 2011

El inicio de la aventura. Vivir a bordo.


Ha empezado la aventura. Cuatro días a bordo, despertando con la luz del sol entrando por la ventanita del camarote, sustituyendo el sonido de los coches por el de las drizas bailando con los mástiles y respirando cada mañana el olor a mar que entra desde mi terraza (el puerto). Simplificar la vida es tan extremadamente "simple" que me parece increíble haber tardado tanto en comprenderlo. Vivo, vivimos, en un cascaroncito flotante de 30 pies, en el que no tienen cabida trastos como una tele, lavadoras, ropa a raudales, tostadora, etc, pero en el que andan a sus anchas el amor y la libertad. He pasado por mi piso un par de veces para lavar ropa y recoger algunas cosas... Sensaciones contradictorias: ¿qué hago aquí? ¿cómo he podido vivir entre cuatro paredes y asfalto tanto tiempo? aunque, ¿me habré equivocado? ¿estaré tirando por la borda todo aquello que he construido? ¿estoy realmente en mis cabales?
Cuatro días es un suspiro en una vida, pero basta un segundo para cambiar el rumbo de tu existencia... No sé si esto es una aventura efímera o el inicio de una nueva manera de vivir y de ver el mundo. Tiempo al tiempo... El tiempo aclara el horizonte, fluyamos entonces con él.

martes, 3 de mayo de 2011

El poder terapéutico del mar.

El mar tiene una energía especial, propia, capaz de tranformar en pocas horas un estado de ánimo negativo, confuso o melancólico. El mar tiene el lenguaje más simple y a la vez más complejo de descifrar: el lenguaje de la Naturaleza, el lenguaje de lo Divino que impregna todas las cosas. Cuando aprendes a mirar el mar, cuando te meces con las olas, vibras con el viento y resplandeces con la luz del sol, el mar empieza a hablarte y despierta tu conciencia. Las mejores reflexiones que he vivido en los últimos meses, me las ha regalado el mar y su inmensidad.