domingo, 15 de julio de 2012

Aprendiendo a vivir, a secas.


Después de una gran pausa, llegaron las vacaciones y, con ellas, el tiempo para recogerse, pensar y escribir. Llevamos diez días a bordo del Valparaíso, recorriendo las Baleares... Parece increíble decir “a bordo del Valparaíso”, después de todo lo que ha sucedido, de todas las dificultades y contratiempos.
            En estos días tranquilos me estoy acordando muchísimo del I Ching, un gran libro de sabiduría oriental que, para mi, lo engloba todo, todas las leyes del comportamiento humano y, me atrevería a decir, todas las leyes del universo. Según el I Ching, todo fluye y hay un tiempo para todo. Hay tiempos de estancamiento, de conflicto, de abundancia, de retirada, de aumentos, de mermas, de solidaridad, de dispersión, de oscuridad, de luz… en fin, un tiempo para cada momento. La vida, en definitiva, es un continuo fluir de circunstancias cambiantes a cada instante, circunstancias que nos desafían, nos enseñan, nos hacen crecer y también, a veces, nos premian.
            Para mi, ahí está la esencia de la vida. Si entendemos, si interiorizamos, que nuestra vida es un constante flujo, no intentaremos aferrarnos desesperadamente a nada, sea “bueno” o “malo”, positivo o negativo. Igual que en la Madre Naturaleza existen la las estaciones y nosotros nos adaptamos y vivimos según cada tiempo con toda naturalidad, así deberíamos  hacer en nuestra vida.
            Hace ocho meses, con la caída del Valparaíso, David y yo vivimos en nuestras carnes el desastre, el derrumbamiento, la desesperación de ver cómo tu sueño, tu casa y tu ilusión se hacían literalmente astillas. Después vivimos el estancamiento, la oscuridad, la lucha… Hubo que resisitir, “empujar”, mostrar fortaleza de mente y espíritu para no abandonar… Todas estas circunstancias las encaramos de la mejor manera que supimos en ese momento, sabiendo que, algún día, aquel tiempo hostil y de dificultades pasaría, pero que dependía de nosotros, de nuestra actuación y nuestra fuerza, marcar hacia dónde desembocaría el nuevo flujo, el nuevo tiempo.
            Y aquí estamos ahora, de vacaciones y haciendo lo que más nos gusta en el mundo: navegar y “vivir”, simplemente eso. En este tiempo de paz y prosperidad,  lo más bonito del mundo es mirar la horizonte, dejar pasar las horas, navegar acompasados con el viento, zambullirse en aguas cristalinas, cocinar, leer, charlar, pensar, también no pensar… En definitiva, beberse la vida a sorbos y saborear cada momento intensamente. Nuevos tiempos, nuevas circunstancias y nuevos desafíos vendrán, a buen seguro, a nuestro encuentro en un futuro: es la ley del flujo… Y para encarar los futuros momentos cambiantes, lo importante no será el habernos preocupado ahora, sino sentir la fortaleza suficiente y la confianza en la vida, para dejarse fluir y vivir aquellos tiempos de la mejor manera posible.