martes, 29 de noviembre de 2011
CUANDO LOS CONTRATIEMPOS LLEGAN A TIEMPO…
miércoles, 13 de julio de 2011
Hoy es un día de esos...
Definitivamente, hoy desentono con el mundo, voy al revés en el circuito de la vida.
Una buena amiga esta mañana me dijo que debía a aprender a sumergirme en la marea turbulenta de esos días y reirme de ello. Aprender a desmitificar un mal día, un mal momento o una pequeña crisis hace que ese incómodo trance pase mejor. Yo siempre pequé de ignorar los malos momentos o querer que pasaran rápidamente como si tuviera alguna capacidad de control sobre ellos. Y el resultado siempre fue un doble pesar por no poder hacer nada.
Hoy es un día de esos... ¿y qué? Quizás mañana el cielo se levante gris y yo amanezca respladenciente de alegría. ¡ Así es la vida!
miércoles, 22 de junio de 2011
CLAVES PARA SUPERAR EL MIEDO QUE PARALIZA
viernes, 13 de mayo de 2011
Ocho días...
Ya hemos cruzado la barrera de la primera semana. Sensaciones diferentes. Empiezo a acostumbrarme a los sonidos del puerto, al vaivén del barco y a esa tranquilidad impasible de las noches. También comienzo a obviar las incomodidaes, ya las he hecho formar parte de mi día a día. Siento como si llevara aquí toda la vida y, sin embargo...
He entrado en la ciudad varias veces y, dependiendo del momento, me parece extraña. Hay veces en que el jolgorio,y la gente riendo y charlando escandalosamente en una terraza, me resultan increiblemente atractivos... Hay otras en que sencillamente no soporto el ruido de la gran ciudad, ese ruido que hasta hace una semana ni siquiera era capaz de percibir.
En mi entorno comienza a emerger la voz de la conciencia disfrazada de padre y conocidos: aterriza en el mundo real. No sé si es por el hecho de estar viviendo en un barco o por el entusiasmo con el que hablo, que no encaja con ninguna de las convencioes que "firmé" en el pasado con ese entorno. "¿Va en serio?". Creo que esa es la pregunta que empiezan a hacerse algunas personas que me conocen mínimamente.
Y sí, creo que va en serio, sobre todo porque el hecho, la decisión de vivir en el Valparaíso, va unida a otra decisión: la de cambiar el rumbo de mi vida, la de crecer y la de aprender a ser feliz.
lunes, 9 de mayo de 2011
El inicio de la aventura. Vivir a bordo.
Ha empezado la aventura. Cuatro días a bordo, despertando con la luz del sol entrando por la ventanita del camarote, sustituyendo el sonido de los coches por el de las drizas bailando con los mástiles y respirando cada mañana el olor a mar que entra desde mi terraza (el puerto). Simplificar la vida es tan extremadamente "simple" que me parece increíble haber tardado tanto en comprenderlo. Vivo, vivimos, en un cascaroncito flotante de 30 pies, en el que no tienen cabida trastos como una tele, lavadoras, ropa a raudales, tostadora, etc, pero en el que andan a sus anchas el amor y la libertad. He pasado por mi piso un par de veces para lavar ropa y recoger algunas cosas... Sensaciones contradictorias: ¿qué hago aquí? ¿cómo he podido vivir entre cuatro paredes y asfalto tanto tiempo? aunque, ¿me habré equivocado? ¿estaré tirando por la borda todo aquello que he construido? ¿estoy realmente en mis cabales?
Cuatro días es un suspiro en una vida, pero basta un segundo para cambiar el rumbo de tu existencia... No sé si esto es una aventura efímera o el inicio de una nueva manera de vivir y de ver el mundo. Tiempo al tiempo... El tiempo aclara el horizonte, fluyamos entonces con él.
martes, 3 de mayo de 2011
El poder terapéutico del mar.
martes, 19 de abril de 2011
domingo, 17 de abril de 2011
La respuesta a una sugerencia de Jorge Bucay
Las cosas más importantes para mi.
Las cosas más importantes para mi… difícil tarea. ¿Cuántas veces se detiene uno a pensar en esas cosas? ¿Cuántas veces nos detenemos a pensar qué es aquello que realmente nos importa? Difícil tarea, sí. Si me paro a contar las ocasiones en las que en los últimos meses, en los últimos años quizás, he tenido un mínimo de conciencia o lucidez para ser capaz de hacer un hueco a la reflexión, al encuentro conmigo misma, esos instantes podrían caber en los dedos de una mano.
Cuando era una niña, solía disfrutar dejando mi mente volar. Recuerdo la sensación del correteo de los pensamientos por mi mente: “el mundo es así, me gustaría hacer esto, por qué tal cosa es de este modo, cómo funciona la vida…” Recuerdo esa sensación, tan intensa y agradable… El simple hecho de poder pensar, de poseer esa libertad y espontaneidad en mi mente, me llevaba a creerme capaz de todo, capaz de cambiar el mundo, mi mundo.
Con el paso del tiempo, cometí el grave y común error de “crecer” y aquellos pensamientos libres y espontáneos que acostumbraban a campar a sus anchas por cada una de mis neuronas, empezaron a ser eclipsados por el “debes”, “las cosas son así”, “es hora de hacer esto”, “te toca actuar de este modo”, “todo el mundo hace tal cosa”… Fue un proceso discreto, casi imperceptible, pero envolvente como la niebla de las mañanas después de un claro y cálido día de sol. Esa niebla de prejuicios, de pensamientos prefabricados de otros, lo enterró y emborronó todo hasta el punto de hacerme olvidar quién soy.
Las cosas más importantes para mi… ¿Cómo enumerar a voz de pronto cuáles son en realidad esas cosas? Podría hacer una amplia lista de las cosas importantes desde el “debes”: tener una casa, tener un buen trabajo, tener un aspecto impecable, tener una vida social exitosa, tener una pareja, casarse, tener hijos, ser una buena madre, etc. Ya está, ya tengo elaborada la lista de las cosas realmente importantes, aquellas cosas que todo el mundo desea y que son imprescindibles (eso dicen) para ser plenamente feliz… ¿o no?
Es evidente que alguna cosa falla. Veamos: tengo una casa, un trabajo estable, mi aspecto es mínimamente aceptable, tengo una pareja increíble y, siguiendo el orden “ideal” de las cosas, lo siguiente sería casarme y tener hijos. Aparentemente, todo está bien: tengo una vida cómoda y poseo todas aquellas cosas que son importantes para ser feliz. ¿Por qué no lo soy, entonces? La respuesta a la pregunta del millón se encuentra precisamente en los matices ocultos de las “cosas importantes”, el precio que tenemos que pagar para conseguir lo que se considera el escenario perfecto de una buena vida. Me explicaré mejor…
Tengo una casa,sí, tengo una casa y una hipoteca. En realidad la casa no es mía, es del banco que me prestó una cantidad desorbitada de dinero que yo no tenía ni habría tenido jamás. A la vista de todos, soy una mujer independiente porque tengo una casa inscrita a mi nombre en el Registro de la Propiedad. Qué locura, ¿no? Gracias a mi decisión de ser una mujer independiente, estoy obligada a mantener un trabajo para toda la vida, cumplir todas mis mensualidades y vivir siempre en el mismo sitio, salvo que en un arranque de locura y de suerte, decida vender “mi” casa y comprar mi libertad a la entidad a la que se la cedí voluntariamente. De locos, sí.
¿Qué más? Tengo un trabajo estable… Soy funcionaria y tengo un horario envidiable. Todo el mundo me felicita y me recuerda constantemente la suerte que tengo por esto. Lo sé, sé que es importante tener un mínimo sustento en vista de cómo están las cosas y lo agradezco. Pero algo, dentro de mi, me dice cada día que no estoy haciendo aquello que realmente es acorde conmigo, con mi naturaleza. Mi trabajo y esta posición cómoda de la que ahora disfruto, es producto de una decisión de mi pasado que en aquel momento me sirvió, pero que ahora empieza a perder sentido. El problema está en que yo, mujer joven e independiente con casa “propia”, vendí mi libertad y, precisamente por esto, el cambio tiene un coste mayor.
Sigamos. Tengo un aspecto mínimamente aceptable. Es verdad, creo que, con todas mis imperfecciones, me acerco al elenco de rasgos físicos que en esta sociedad hacen a una mujer atractiva o deseable. A las mujeres, desde que nacemos, nos “bombardean” con mensajes desde todos los lugares que nos dicen exactamente cómo tenemos que ser: arréglate, depílate, ten una sonrisa perfecta, sé delgada, no comas esto, ponte esta ropa incómoda pero sexy… ¿Qué hace una niña cuando deja de serlo y se da cuenta de lo que el entorno le demanda como mujer? La niña juega, come, ríe, disfruta... no necesita cumplir unas normas “físicas” para resultar aceptable como niña. Cuando la niña se hace mujer, las cosas se complican. ¿Qué ocurre en ese momento? Depende de la lucidez de cada uno. Hablaré de mi caso: yo, mujer independiente, con casa “propia”, trabajo estable y aspecto agradable, padezco un trastorno de alimentación que condiciona mi vida. La niña que empezaba a ser mujer, tenía miedo de no cumplir con las expectativas y empezó a focalizar todos sus miedos en lo que debía comer o no para situarse dentro de la norma. A estas alturas, con 31 años, he conseguido cumplir más o menos con los requisitos de esta sociedad, pero, ¿a qué precio?
Pareja. Por suerte, cuento con una persona extraordinaria a mi lado que me quiere tal y como soy, sin los “debes”, con mis virtudes y mis defectos. Muchas veces pienso que me quiere más de lo que soy capaz de quererme yo a mi misma. Él, en gran medida, ha sido el motor de arranque de mi cambio, de mi despertar… aunque tal vez fui yo misma cuando decidí hacer la primera elección sincera de la persona que quería a mi lado. Si repaso la trayectoria de mis elecciones anteriores, me doy cuenta de que algo ha cambiado en mi. El miedo a la soledad, la presuposición de que el mundo está hecho para dos y un sinfín más de prejuicios, me llevaron a un camino de intentos de relaciones no fructíferas con personas inadecuadas. Siempre supuse que estar sola era una carga, una condena y, precisamente por eso, mi capacidad de elección, mi libertad para decidir, se distorsionó por completo. Yo, mujer independiente, con casa “propia” y físicamente deseable, tenía tanto miedo a estar sola que precipitaba una y otra vez mi propia soledad. En el momento en el que, tras más de un fracaso, acepté plenamente mi soledad, empecé a mirar el mundo de las relaciones de pareja con otros ojos, sin la presión de tener que encontrar a alguien para sentirme cómoda… y justo en ese instante apareció mi mitad. ¿Casarme? ¿Tener hijos? Me siento casada, no me hace falta una ceremonia de cuento de princesas, porque amo a la persona que tengo a mi lado y deseo cada día despertarme a su lado. ¿Existe mayor compromiso que ese? ¿Hijos? No sé si en este momento es una de esas cosas importantes para mi o forma parte del “debes”.
Las cosas más importantes para mi… ¿por qué siempre he creído que las cosas importantes, por el simple hecho de llevar ese calificativo, han de ser cosas grandes y trascendentes? Importante para mi es poder ver salir el sol en medio del mar, comerme a besos a David, saborear y disfrutar el primer mordisco de una manzana o de un pastel o de lo que sea, notar el calorcito de los rayos del sol en mi piel, la brisa, las caricias, decir “te quiero”, reirme y sentirlo, llorar y sentirlo, hablar con ganas, escuchar con ganas, cantar, leer e, incluso, escribir esto. Las cosas importantes son las que salen del corazón, sin los filtros del “debes”. Lo que pasa es que, normalmente, las cosas que salen del corazón son tan sencillas, tal simples, que nos cuesta creer que son las cosas que realmente importan.